Cómo funcionan los cigarros electrónicos

Se trata de unir la tecnología microelectrónica y la física de la vaporización para conseguir unas sensaciones aproximadas a las de fumar, sólo que sin los perjuicios de un cigarrillo. Como explicación, se queda un poco corta, pero como introducción nos viene muy bien.

En lo que al usuario se refiere, se trata sólo de inhalar y exhalar. Y el funcionamiento de la maquinaria no va mucho más allá. Se compone de una , un y un . Nada más. Examinemos parte por parte.

Vamos por partes

La batería, recargable y de litio, suele llevar un sensor que detecta cuando el usuario inhala. Esta inhalación provoca que el sensor “ordene” a la batería que envíe una pequeña descarga a la parte adyacente. Ésta, obediente, envía electricidad al atomizador, que por mucho que suene a ello, no tiene nada que ver con átomos ni radioactividad.

El atomizador se trata, esencialmente, de una resistencia eléctrica que se calienta a través de la corriente y que ayuda a vaporizar el líquido en el cartucho, con la colaboración del propilenglicol. Cierto: debería llamarse vaporizador, pero ese nombre ya estaba “ocupado” y las razones comerciales condujeron a este otro.

Y terminamos por el cartucho, que por lo general consisten en una boquilla con un poco de elíquido empapado en guata y que se encaja en el atomizador. Es el cartucho del líquido que se vaporiza en inhala.

Un gran invento

Así de sencillo. Como muchos de los grandes inventos de la Humanidad, se trata de unir elementos más o menos comunes de una forma elemental: un palo a un trapo, cuatro pilares a una tabla y un jergón… Sin complicaciones.

Además, y como a todos los grandes inventos de la Humanidad se le saca un provecho importante: con la fregona, nos evitamos lesiones; con la cama, dormimos mejor y con el obtenemos el placer fumar sin inhalar venenos mortales.